Por José Julián Ramírez
(Publicado miércoles, 1 de noviembre de 2017 en El Nuevo Día).
El huracán María nos madrugó. El Mes del Cooperativismo -que se celebra en octubre- comenzó y Puerto Rico no tenía electricidad, agua, comunicación ni dinero en efectivo.
Este año, teníamos nuestro plan de actividades para reconocer la gestión cooperativista en tantos ámbitos sociales, económicos y culturales de nuestro país. Pero la agenda programada no tenía sentido ante la nueva realidad.
Lo que sí cobraba sentido era nuestra razón de ser: la cooperación. En medio de las peores condiciones, el país entero se convirtió, sin exagerar, en una gran cooperativa, profesando con acciones épicas el más profundo sentido de solidaridad.
Después del huracán nos levantamos en otro Puerto Rico. De la noche a la mañana, había que usar el papel moneda como única forma de pago. Al día siguiente, los supervisores de nuestras cooperativas llegaron a sacar lodo y poner a funcionar sus sucursales. Ejecutivos abrieron literalmente caminos con sus vehículos para que pasaran los camiones blindados que llevaban el efectivo a los socios y clientes.
Decenas de empleados, desde los lugares más recónditos del país, se lanzaron diariamente al Banco Cooperativo en San Juan para entregar los archivos de transacciones electrónicas (ACH) para que sus socios pudieran recibir el depósito de su nómina y seguro social, pues no había comunicación digital.
Algunos, aun perdiendo sus propias casas, llegaron a trabajar a sus cooperativas para ofrecer sus servicios a los socios que necesitaban moratoria en sus pagos, préstamos de emergencia o tan solo un rostro humano que le pudiera comprender.
Con las limitaciones propias de las circunstancias, ya a 15 días del paso del huracán, más del 90% de las cooperativas de ahorro y crédito estaban ofreciendo servicio a la ciudadanía.
A un mes de María, todavía había 17 municipios donde solo las cooperativas estaban dando servicios financieros. Qué mejor evidencia de compromiso comunitario que, pese a la falta de diésel, sistemas de comunicación y seguridad, las cooperativas se las arreglaron para abrir y servir a los más de un millón de socios y clientes a quienes nos debemos.
Con este mismo compromiso, Coopharma –el mayor conglomerado de farmacias de comunidad en Puerto Rico– logró que se despacharan recetas a los pacientes. Y, los incansables choferes de la Cooperativa de Camioneros –el mayor acarreador de combustible en Puerto Rico- manejaron turnos dobles y triples para que los hospitales, asilos y comercios pudieran continuar operando.
La gesta de nuestras cooperativas en sus comunidades salvó vidas. Por eso, terminado el mes de octubre y la efeméride, podemos hablar de una celebración que se transformó, para convertirse en la fecha en que aprendimos el valor de la cooperación en la reconstrucción de nuestra economía y sociedad. Esta fue, sin duda, la mejor manera de conmemorar el Mes del Cooperativismo, que ya no es nuestro, sino de todo un país.